jueves, 23 de septiembre de 2010
Entre ánimas y grillos
-Mata a ese grillo que no me deja dormir!!-
Gritaba mi madre mientras mi papá buscaba bajo el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús a ese grillo que se escuchaba como si trajera un altavoz. Al ver que no había nada detrás de aquella imagen religiosa lo buscó tras el cuadro donde aparece él, vestido de traje azul y mi mama con un velo y un vestido blanco; los dos sonriendo y mirando al mismo lugar como en complicidad de alguna travesura , hacia algún punto fuera del lente de la cámara que los fotografiaba.
El grillo seguía haciendo ese ruido que hacen en la noche, y mi papá no lo podía encontrar. Se escuchaba en todas partes, desde todas partes y hacia todas partes. Cuando encendió la luz para ver mejor, mi hermano se tapo la cara y se volteo dándole la espalda al foco que provocaba unas sombras largas desparramadas por toda la habitación. Yo lo seguí mirando fijamente desde la parte alta de la litera, mientras buscaba a ese grillo debajo del ropero con el espejo roto, y debajo del colchón que aun huele a quemado de aquella vez que le prendí fuego con un cerillo, y de la cortina de terciopelo roja que cubre la ventana. Cuando por fin lo encontró entre las pliegues de la cortina, el grillo saltó hacia el piso brillante que reflejaba la luz con mas fuerza y mi madre volvió a gritar -mátalo!!-.
Entonces, con cuidado de no despanzurrarlo, lo tomó con la mano y por la ventana lo aventó a la calle. Mi madre no dijo nada y se volvió a acostar; apagaron la luz, volvió la oscuridad y la noche siguió con normalidad. Así pues, aprendí que a los grillos no se les debe matar.
Años después en un cuento de Juan Rulfo supe que los grillos cubren el ruido de las ánimas del purgatorio. Que hacen ruido por eso, y que por eso mismo no hay que matarlos nunca; pues el día que se acaben los grillos las ánimas no nos dejarán dormir por los gritos que pegan toda la noche.
En mi casa viven grillos, en la cocina, en el baño y detrás de la cabecera de la cama. Pero no les hago caso; solo los escucho y a veces cuando se están ahogando en el retrete o en el lavabo yo los saco, y los aviento a la calle para que se sequen; por que después regresan y hacen ese ruido que solo ellos saben hacer. Como vivo solo, prefiero escuchar los grillos cuando me voy a dormir, que el zumbido que tiene las noches por estos rumbos en donde nunca hay completa oscuridad pero si silencios absolutos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)